El Rey de España Alfonso XIII, por segunda vez en la corta vida del Capítulo, visita Toledo; pero esta vez no se presenta en la Imperial Ciudad de incógnito, tal y como hizo el día de Jueves Santo, durante el cual los caballeros del Santo Sepulcro dieron Guardia de Honor al Primado y a su Majestad.
El Rey retrasó la hora de la misa en la capilla del Palacio Real, para trasladarse a Toledo con todo su séquito, para escuchar el pregón anunciador de las fiestas del Corpus Christi. El pregón se lanza desde el balcón del Palacio del Primado y el Doctor Segura invita al Rey Alfonso XIII a asistir a los cultos de la Iglesia Primada el viernes 8 de Junio de 1928.
El día 8 de Junio de 1928, el Cardenal y el Prioste llaman a Capítulo en la Capilla Cardenalicia, a los caballeros del Santo Sepulcro. Una vez informados del protocolo formaron en palacio, en cuyo patio el Cardenal pasa revista a su Guardia de Honor y poco después forman Prioste y Capítulo en el atrio de la Catedral, guardando la Puerta del Perdón de la Catedral toledana, les acompaña el Obispo de Lugo. El Capítulo de Caballeros del Santo Sepulcro esta esperando a su Majestad el Rey, formado desde las cinco y media. Junto al Capítulo se encuentran, el Excelentísimo señor General Gobernador Militar, coroneles de la Academia Militar, Guardia Civil, Colegio de Huérfanos y Zona de Reclutamiento; teniente coronel de la fábrica de armas señor Uzanáriz, nutridas comisiones de jefes y oficiales de todos los departamentos militares incluso de la Benemérita, los Señores Presidentes de la Diputación y de la Audiencia, tenientes de alcalde señor Echeverría y Serrano, secretarios del gobierno civil y del Ayuntamiento, presidente de la Asociación de la Prensa y otras distinguidas personalidades.
Formaba también la segunda compañía de alumnos, que con bandera y banda y al mando del Capitán Álvarez, había llegado momentos antes, fue revistada por la primera autoridad de la plaza, situándose al frente de la Puerta del Perdón. Frente a la Puerta de Palacio se situaron un grupo de alumnos y otro de sargentos de la escuela de gimnasia. En la Puerta del Niño Perdido un grupo de sacerdotes y religiosos. El público era contenido por parejas a caballo de la guardia civil a la entrada de las calles Trinidad y Hombre de Palo, al filo de la plaza del Ayuntamiento y en el comienzo de la calle Cardenal Cisneros.
Llega un coche de la Casa Real y para frente a la puerta de Palacio, apeándose el Soberano y el Duque de Miranda, que le acompañaba, y el Ministro de Gracia y Justicia, gobernador civil y alcalde que recibieron al monarca en la entrada de la ciudad (Puerta de Bisagra). El soberano estrechó la mano al General Martín y a pie, siguió a la Puerta del Perdón. Su Majestad, después de saludar a la Bandera de la Academia, expresó al Primado su afecto, pasando a revistar a la compañía que le rindió honores. Junto al Primado presenció el desfile de la compañía, felicitando al General Martín.
Llega su majestad a las 18,30 horas a la Catedral, y se dirige a la Puerta del Perdón guardada por la Guardia de Honor del Cardenal Primado, le siguen al Rey, el obispo preconizado de Lugo y seguido del Ministro, Duque de Miranda, y autoridades. El Capítulo, precediendo al Monarca y al Primado, penetra en el templo y encuadra el Altar Eucarístico, acotándolo. El Rey de España tiene asiento al lado del Evangelio en severo sitial con reclinatorio, teniendo por dosel la boyante colcha del Cardenal Mendoza, blasonada con su cruz, la de los caballeros del Santo Sepulcro. Junto al Rey, en su tribuna se postran también el Ministro de Gracia y Justicia y el Duque de Miranda, con algunos más de su séquito. El Cardenal se sitúa frente al Soberano y junto a él, el Obispo de Lugo y capellanes. Los caballeros montan guardia ante el Altar flanqueando como Guardia de Corps al Soberano y al Cardenal.
El Cardenal Primado reza tres Ave Marías, alternadas con el canto popular. Rezadas las preces, se organiza y pone en marcha la procesión para trasladar al Santísimo al Altar de la Capilla Mayor de la Catedral.
El Cardenal Dr. Segura es portador del Cuerpo del Señor Sacramentado. Sigue su Majestad el Rey de España, y al monarca da escolta el Capítulo de Caballeros del Santo Sepulcro. Inmediatamente se reza un Padre Nuestro por la Patria y por el Rey.
La capilla, orquestada y voces, dirigidas por el maestro Ferré, ejecutó el motete «Tomad Señor…» de J. Alfonso, después de la cual siguió una plática del Cardenal, que puso por texto estas palabras de David:
«Bienaventurado el pueblo que tiene por Señor a su Dios».
Con su verbo, el Doctor Segura expresó los anhelos de volver a España a la Gloria que alcanzó con su Fe Eucarística, restaurando en el pueblo aquellos merecimientos que la hicieron proclamar como sus glorias de familia las dedicadas a la Eucaristía. Este, dijo, sería el objeto de sus conversaciones, durante estos días, en los que trataría de describir el cuadro de nuestra Patria eminentemente Eucarística en su legislación y sus costumbres, que fueron como los sillares de nuestra prosperidad y del prestigio que alcanzamos en el mundo.
La liturgia Mozárabe, tesoro de nuestras tradiciones, la literatura, el arte, los templos, los autos sacramentales, los reyes, todo en fin inesperado en la Eucaristía que llegó a formar un pueblo fiero en el campamento, y manso como el cordero en la Iglesia.
Expuso el Cardenal el salmo de David, que sirve de texto, haciendo justísimas aplicaciones a las circunstancias de los tiempos que corrían, con la augusta presencia del Rey que en día memorable dedico España entera a Dios y que continuamente esta dando ejemplos de alto catolicismo, como en esta visita dedicada a Toledo, en manifestación de acendrada fe, postrándose reverentemente ante Jesús sacramentado de donde le han de venir el auxilio y fortaleza para la dirección de su pueblo. Por esta razón, según el Cardenal, es deber mayor, pedir a Dios ampare y defienda a su majestad y real familia para que su dirección católica y creyente siga influyendo en las leyes, en las costumbres y en la vida pública para honor y gloria de todos y prosperidad de nuestra Patria. Terminada la plática, la Capilla ejecutó el motete «Alma de Cristo» y el Señor Cardenal se revistió de pontifical para la reserva.
La procesión y la reserva con el Santísimo fueron uno de los actos más solemnes que se recuerdan en la Catedral de Toledo. El Cardenal ofició revestido de pontifical y fue asistido por dignidades eclesiásticas. La capilla ejecutó el «Tamtun ergo» de M. Viñas e inmediatamente el Doctor Segura dio la bendición solemne al Santísimo. Después se organizó la procesión, hasta la capilla Mayor bajo palio, del cual llevaban las varas los gobernadores civil, militar y presidentes de la Diputación y de la Audiencia, el alcalde y los coroneles de la Academia, Zona y Huérfanos.
Tras el Santísimo marchaba el monarca, con un hacha encendida, seguíanle el Capítulo de Caballeros del Santo Sepulcro haciéndole Guardia de Honor, las autoridades y el Cabildo, con el Ministro de Gracia y Justicia y el Duque de Miranda. Llegados a la Capilla Mayor el Rey ocupó su trono, al lado del evangelio y al reservar al Santísimo subió también al Sagrario, usando de su privilegio reservado a los Reyes de España, hasta dejar el Cuerpo Sacramentado de Cristo en el Tabernáculo.
Acabado el acto, cubre el Capítulo el paso del Rey y el Primado hasta salvar el atrio catedralicio. Su Majestad el rey Alfonso XIII, andando lenta pero marcialmente, inspecciona a los caballeros formados, y tras pasarles revista les saluda con reverente inclinación al Guión del Capítulo. El Cardenal Segura estaba lleno de satisfacción por la revista del Rey a sus Caballeros del Santo Sepulcro, y con toda bondad se dirige al Prioste expresándole su reconocimiento y alegría, mientras el Rey dirigiéndose a los dos, les dice:
«Si, Eminencia en verdad forman lucida Guardia de Honor Primacial. Es mi deseo que siempre que venga a Toledo, también la suya sea mi Guardia de Honor».
El Capítulo de Caballeros del Santo Sepulcro, en filas de a dos y flanqueando al Rey y al Primado, entraron en Palacio donde el Rey departió en privado con el Capítulo.
Tal acontecimiento fue presidido por Toledo entero, y los que lo vieron nunca lo olvidarán. Mientras, cerca, muy cerca de todo lo que sucedía en la explanada de la Catedral se encontraban, los Gobernadores Civil y Militar, el Alcalde de la Ciudad, el Duque de Miranda y los Ministros de Hacienda y de Gracia y Justicia, entre otras muchas personalidades que acompañaban al Rey.